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Seguridad: mito en las Universidades

Hoy se levantó llena de expectativas, después de aquel largo proceso de indecisiones balances administrativos y análisis de cada casa de estudio. Al fin llego ese día.

Toma el transporte con la ruta diario de los próximos cinco años de su vida y se repite asi misma:" seré una gran profesional". En su bolso un cuaderno, un lapicero, maquillaje y el monedero en mano, en la otra su celular enviando l/textos" contando su emoción; delante de ella dos jóvenes que se confunden con todos los demás, aquí cualquiera luce como un estudiantes. Ellos se detienen para dejarla pasar.

La toman del brazo y la llevan a una esquina, ella sin decir palabra, sus ojos lo decían todo, la desilusión de aquel primer día. Después de arrebatarle el celular y el poco dinero que tenia, se sienta en un banco en la entrada de su preciada universidad.

Llorando y abrumada observa la iba a ser su Alama Matter y se da cuenta que no hay control en la entrada, que cualquiera pasa, que le carnet estudiantil es solo un protocolo no un pase de entrada. Precisa que su historia se repite cada día, ella es solo una más, quizás con la que comienza ese día y seguramente no la ultima.

Así fue su primer y último día de universitaria. Sola y robada en un lugar que consideraría su segunda casa, ahora ésta tampoco estaba absuelta de la delincuencia en el país y este era solo un caso de cientos de estudiantes que son ultrajados de sus partencias en las universidades, sin importar color o clase social.

Como muchos esta anónima decidió culminar sus estudios universitarios, pues vivían en esa burbuja que los permanece en un mundo absuelto de problemas y delincuencia. Otros siguen acudiendo a sus casas de estudio en los transportes públicos sin ningún tipo de seguridad, o en autos propios con el riesgo de ser robados en los estacionamientos de sus instituciones.

La realidad nos muestra como cada día mas esto ya no es un mito para ninguno, y como la prevención es la única manera de poder sobrellevar a este tipo de situaciones imprevistas.

Carolina Montoto