Guerra sin Fronteras
Julio del año 2010: era aún madrugada cuando Jhonny, como de costumbre, bajaba apresuradamente los 246 escalones de su residencia para dirigirse a su trabajo, pero, esta vez, dos jóvenes lo esperaban para asaltarlo y despojarlo de sus pertenencias. No conformes con esto, lo apuñalaron, dejándolo muerto y sin futuro. A esa misma hora, en un lugar no muy lejano, una mujer fue ultrajada por la violencia de un hombre que con ella andaba.
Más de una historia caracterizada por el crimen, el abuso o la intimidación suceden todos los días aquí en Caracas, pero los ciudadanos siguen con su marcha atrás, marcando el rumbo final de sus vidas. Las violaciones, manipulaciones, abandonos, y demás daños que le hace el hombre a su prójimo, nos rodean en un mundo que se ha contaminado por el pecado. La vida es pisoteada de muchas maneras, sobre todo cuando es pequeña y frágil, y todavía más cuando no puede alzar la voz para hacerse oír. La violencia se practica, a menudo, con las mujeres o con los niños, tanto en las calles como en los hogares, puestos de trabajo, pueblos recónditos, ciudades y barrios.
Al menos 26 menores de edad han sido asesinados en la ciudad de Caracas en lo que va de año, y los responsables de sus muertes rondan entre los 15 y 17 años. Cinco pequeños de entre Oy 7 años fueron exterminados por heridas de bala. La ONG Cecodap ha descubierto que en los primeros seis meses de 2009 hubo 86 homicidios de niños y adolescentes en la capital. La mayoría de esas víctimas eran jóvenes de entre 12 y 17 años, 16 de los cuales murieron en medio de robos. Los valores se han olvidado junto con los sentimientos de culpabilidad, y la inocencia de los niños es la perjudicada.
El primero de octubre de 2008, la revista Foreign Poliey, publicó un artículo en el que indicaba 130 asesinatos por cada 100.000 habitantes se cometen en el Distrito Capital, superando la lista de los índices más altos de "violencia brutal y homicida", y seguido por Ciudad del Cabo en Sudáfrica, Moscú y Bogotá. Aunque las cifras que se han recolectado en 2010 resultan menos alarmantes que las de años precedentes, lo cierto es que, a la hora de tomar el arma y disparar, el atacante hace caso omiso si la presa es un niño o una mujer, y tampoco es de su interés si la víctima es culpable o inocente.
Pareciera que cada día los demonios causantes de la muerte estuvieran de fiesta, bailando entre bomba y platillo, por cada fin de semana, o mejor dicho por cada fin de una vida. La gente se vuelve indiferente ante estas situaciones, justificándolas como el merecido que recibieron las víctimas por andar en malos caminos, y no saben que su apatía los puede convertir en el siguiente objetivo de la calle humana.
Erich Stern
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