No habrá otro igual
Pulpo Paul por siempre
Los dioses no tuvieron una mascota igual. Ni siquiera la pitón tuvo talentos comparables: la monstruosa serpiente, a cargo de la custodia del Oráculo de Delfos, no adivinó las intenciones de Apolo, quien la mató para ocupar el monte Parnaso. Por entonces, era tan grande la fe puesta en pitonisas y ninfas que, si los dioses griegos se equivocaban, el error estaba en las interpretaciones humanas, no en el mecanismo oracular.
Es que la vara con que el hombre mide la precisión profética siempre fue flexible.
Por eso, conviene recordar que nadie desde Nostradamus hasta Aschira ha zafado de la acusación de ambigüedad, oscuridad o charlatanismo, para no hablar de los misteriosos resultados alcanzados por los científicos que intentaron confirmar los poderes psíquicos de pretendidos videntes.
Esto resalta las virtudes del Pulpo Paul, el primer molusco que no es famoso por su inteligencia sino por sus "aptitudes adivinatorias".
La humanidad no se encuentra en el mejor momento para burlarse de los dones atribuidos a ciertos animales. Mucho menos, para subestimar las guerras que se desatan en su nombre. La influencia de la disputa entre Apolo y Pitón, por ejemplo, es parte de la mitología clásica: los Juegos Píticos, instituidos por el dios griego desde su victoria sobre la serpiente.
En el balance del Pulpo Paul, no parece estar en juego su indiscutible poder para ver el futuro, sino las percepciones humanas respecto del papel que juega el azar, el crisol de intereses en danza durante los espectáculos deportivos y el uso que hacen los medios de estos asuntos.
Paul no merece el desprecio de los equipos que fueron ignorados por sus tentáculos, pero tampoco la indiferencia de los escépticos; con el triunfo de sus favoritos, sus dones parecen confirmarse.
Es cierto que la popularidad del cefalópodo del acuario alemán puede decir algo sobre el estado de las cosas en los umbrales del siglo XXI: ahí están el ocaso del deporte por el deporte mismo, la ausencia de estadistas visionarios y la miopía de los profetas humanos.
Dentro de poco, cuando ya nadie recuerde al pulpo, solo un pensamiento quedara para esas millones de personas que día a día ponen su porvenir en manos de videntes, brujos, tarotistas y numerólogos. Quienes sin llegar ni a los talones, quiero decir, a los tentáculos del Pulpo Paul, convencen a sus clientes de poseer facultades paranormales que les permiten determinar si conseguirán o no trabajo, recuperarán o no a sus parejas o romperán falsos hechizos.
Daniel Bastidas
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